La indispensable Propuesta de Valor

[vc_row][vc_column][creatica_team type=»-mod» button=»Ver mi perfil en Forum Ejecutivo» link=»https://forumejecutivo.com/COLOMBIA/directorio-de-negocios/1362/luis-pulgar-finol-3/» title=»Luis » text=»Pulgar Finol»][creatica_team_member image=»2706″ class=»«fa» position=»Sobre el Autor» name=»Información» scn2=»https://forumejecutivo.com/COLOMBIA/directorio-de-negocios/1362/luis-pulgar-finol-3/» scn_icon2=»fa fa-address-card»][/creatica_team][vc_empty_space][creatica_title pretitle=»» title=»La indispensable Propuesta de Valor «][/creatica_title][vc_empty_space][vc_column_text]Implantar un cambio mayor en una organización es una tarea muy difícil. A los seres humanos en general no nos gusta cambiar, a veces ni siquiera para mejorar nuestra situación. Por eso para emprender cualquier transformación que implique incomodarnos, por modificar nuestro estatus o costumbres actuales, la vemos con recelo y la rechazamos.

El estímulo que puede hacer que cambiemos de opinión, y hagamos el gran esfuerzo que constituye modificar nuestra manera de proceder o trabajar, es que tengamos la expectativa de recibir un gran beneficio a cambio. Y este beneficio debe ser claramente comprendido, valorado y apreciado por nosotros.

Más de una vez he visto personas fracasar en el intento de hacer cambios en las organizaciones debido a la resistencia poco visible, pero efectiva, de los integrantes de la misma. Esto ocurre especialmente cuando se trata de introducir un cambio desde abajo, sin contar con el compromiso de los líderes.

El liderazgo de una empresa u organización es el primer grupo que tiene que estar comprometido cuando se decide emprender un proceso de cambio. Para que esto ocurra, estos líderes tienen que haber recibido y comprendido la correspondiente propuesta que les aporte un valor real a ellos mismos, y convencerse de que es factible que se convierta en realidad.

A veces se olvida que el valor es una percepción en la mente de quien lo recibe. Si una persona no percibe claramente el valor de una propuesta, este valor no existe para ella. Y para que el valor sea apreciado como tal, es importante que se traduzca en algo que beneficia personalmente al receptor.

Cuando hablamos, por ejemplo, de establecer un proceso de Gestión del Conocimiento formal e integral en una empresa, la propuesta de valor para convencer a los líderes de la organización, quienes serán finalmente los que aprueben las acciones necesarias para emprender el proyecto, deberá beneficiarles en lo organizacional y en lo personal, si queremos que lo asuman con verdadero entusiasmo.

Esto no implica necesariamente que van a ganar más dinero, aunque ese pudiera ser el resultado final, en la medida que la empresa se vuelva más rentable. En lo inmediato, un buen proceso de Gestión del Conocimiento va a impactar directamente la capacidad de la empresa de cumplir sus compromisos de cantidad, calidad y oportunidad de productos y servicios para todos sus grupos de interés, mediante una mayor eficiencia y efectividad de respuesta.

Al cumplir sus compromisos eficazmente, la imagen y reputación de la empresa mejorará y por asociación también ocurrirá lo mismo con la de sus líderes. Una empresa cuyos líderes tengan excelente imagen y reputación, tiene mejores posibilidades de acceder a financiamientos y de obtener mayores beneficios, a través de sus redes de contactos y relaciones y del posicionamiento ante sus clientes.

Si somos consultores externos o internos y estamos convencidos de que es necesario instalar un proceso de Gestión del Conocimiento en la empresa, antes de arrancar cualquier esfuerzo debemos dedicar tiempo suficiente para determinar la propuesta de valor que va a asegurar el apoyo del liderazgo de la organización al convencerles de que es necesario hacerlo porque en ello hay un claro beneficio, productivo, estratégico o económico.

Contar con la competencia necesaria para diseñar propuestas de valor convincentes es básico y fundamental para todo consultor o gerente. Implica la capacidad de identificar claramente el valor potencial que puede conseguirse como producto de una acción, en todas sus vertientes: financiero, productivo, estratégico o humano, y además del talento para comunicar esa información de manera lo suficientemente persuasiva y concluyente como para lograr una decisión favorable a su implantación.

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